EL MUDO
Madrid, 7 de febrero de 2013
El insólito espécimen lleva veinte años ejerciendo de alcalde en una aldea de la Galicia rural sin aceptar sobornos ni meter la mano en la caja del ayuntamiento.
Increíble,
pero cierto. En el último número de la prestigiosa
revista Science, aparece publicado el asombroso descubrimiento
llevado a cabo por un laureado científico de la Universidad de
Camford. El doctor en antropología Indalecio Jones pasó
un año completo viviendo en la aldea de O Quinto Pino,
situada en una zona remota de las montañas de Lugo, para
ganarse la confianza de sus habitantes. Sólo así pudo
llevar a cabo el meticuloso estudio que ha culminado con el descubrimiento de Manoliño (nombre del inaudito político que, al frente de una lista independiente, ha sido reelegido cuatro veces como alcalde por sus convecinos gracias a su gestión eficiente y honesta).
A sus 60
primaveras, Manoliño sigue viviendo con su
esposa Marusiña en la vieja casa de piedra que heredó
de sus padres, se desplaza por el municipio en un tractor John Deere y vive
de los ingresos que obtiene de la explotación de veinte
vaquiñas y algunos castiñeiros.
Durante su investigación, el doctor Indalecio Jones no ha encontrado en el
comportamiento de Manoliño ninguna de las características
que concurren en cualquier político español. No es arribista ( a pesar de vivir arriba del monte) ni despilfarra el dinero en el consistorio (excepto cuando se le cae alguna moneda en el ayuntamiento porque se le ha roto el forro de un bolsillo). No sabe qué es el tráfico de influencias, el único tráfico que conoce es el de los tractores de la aldea. Es enemigo de las dietas y come de todo, sobre todo le gusta el lacón con grelos y la empanada que le prepara su Marusiña. En toda su vida, no ha enchufado nada excepto la ordeñadora para vaciar las ubres de sus vaquiñas. Su gestión no es opaca, aunque sí tiene una vecina que se llama Paquiña. Y los únicos pucherazos que conoce son los de caldo galego que le prepara su mujer.
A pesar de que, durante su estudio, el antropólogo intentó reconducir el
comportamiento de Manoliño con varias argucias (entregarle un maletín lleno de dinero para que permitiera construir LugoVegas, poner a su disposición una becaria maciza para que creara una
empresa pública en el ayuntamiento y colocara a todos su
amiguetes, regalarle trajes caros para que recalificara los mejores
prados como terrenos ubrenizables...), el político
no cayó en ninguna de sus trampas y rechazó los sobornos. Fue imposible
hacerle entrar en razón y, cada vez que el científico
le explicaba al aldeano que todos los políticos del país eran corruptos, Manoliño se encogía de hombros y decía:
“Bueno, puede que sí o puede que no”.
La explicación
a este fenómeno la podemos encontrar en algunos registros
históricos de políticos españoles decentes que
fueron criados por animales, como lobos, monos o anguilas, y no aprendieron a comportarse según
acostumbran los civilizados homínidos formados en la
disciplina putrefacta de un partido político convencional. Otras veces, los políticos son honestos porque han vivido en
aislamiento o el medio les imposibilita el contacto con la sociedad. Este parece ser el caso de Manoliño. De ahí su conducta extraña (no ve la televisión porque no llega la señal a su casa,
no habla por smartphone ya que en la aldea no hay cobertura y tampoco entra en internet porque no tiene conexión) y su
lenguaje limitado (no insulta a nadie, apenas dice tacos y no utiliza términos como whatsapp o facebook) por tener un desarrollo
cerebral diferente al resto de españoles. Conocido es el
caso de dos abuelos de un remoto pueblo de Soria que aparecen en
un famoso vídeo de Youtube explicando la crisis económica de nuestro
país con una escalofriante simpleza.
Pero el caso todavía
tiene algunas incógnitas que deberán esclarecer los
científicos en los próximos años: ¿Su comportamiento desviado se debe a
la alimentación demasiado natural que llevan los habitantes de
su aldea?¿Afecta el olor de la caca de rumiante al
funcionamiento de las neuronas?¿Se droga Manoliño? ¿Qué fue antes el ternereriño o la vaquiña?
No obstante, el asombroso
hallazgo está teniendo una repercusión social sin precedentes.“Nos encontramos ante un caso
aislado, heredado del ejecutivo anterior, que ya tenemos controlado. De
otra manera, los políticos que robamos decentemente no
tendríamos ningún futuro y el país se
paralizaría. En España los ciudadanos están
acostumbrados a que los servidores públicos les desvalijen y,
si no les mangan, la gente no sabe qué hacer”, ha declarado
un representante del gobierno a una emisora de televisión
antes de birlarle la cámara al periodista que le estaba
grabando.
El jefe de la oposición
ha manifestado al conocer el descubrimiento: ”Esto en un país
serio no pasaría. Este gobierno es el responsable por no
prohibir la concurrencia a las elecciones a candidatos independientes que no militen en una formación corrupta
tradicional.¿Qué será lo próximo: un banquero que no robe? Si cundiera el ejemplo de Manoliño, miles de jueces incrementarían las abultadas cuentas del paro por falta de delitos de cohecho, malversación y estafa que enjuiciar. Así, nunca saldríamos
de la crisis”.
Hasta S.M. el Rey
se ha pronunciado sobre el tema y, en su página web, ha
colgado un comunicado en el que manifiesta que la Reina y Él
se sienten profundamente apenados por la existencia en nuestro país de políticos tan íntegros que no parecen españoles.
Asegura también que Manoliño nunca podría
pertenecer a la Familia Real porque Él jamás aceptaría
tener un yerno tan poco patriótico.
El doctor Indalecio Jones afirma en las conclusiones de su tesis que la reinserción de Manoliño en la sociedad resultará muy
difícil dado lo arraigado de su comportamiento atávico. Así que todo parece indicar que el excéntrico alcalde morirá
sin haber conducido un Audi comprado con el sueldazo que él
mismo se ha puesto y tampoco disfrutará nunca de un chalet en primera línea de mar
regalado por un empresario de la construcción ni recibirá sobres con sobresueldos en
dinero negro de su partido.
En estos instantes,
Manoliño sigue feliz, viviendo sencillamente con su familia. Disfrutando del respeto y la admiración de sus vecinos, ajeno
a la polvareda que su caso ha levantado en la sociedad española.
Pobre hombre.
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